¿Por qué abrazar a tu gato te hace tan bien? La ciencia detrás del vínculo felino

Sabemos que compartir la vida con un gato puede ser una experiencia profundamente gratificante, pero… ¿alguna vez te preguntaste por qué simplemente estar cerca de ellos —acariciarlos, mirarlos dormir, sentirlos ronronear sobre vos— te genera tanto bienestar?

La respuesta puede estar en una pequeña gran hormona: la oxitocina, también conocida como la hormona del amor.

El poder de la oxitocina en el vínculo humano-gato

La oxitocina se libera en nuestro cuerpo cuando experimentamos contacto físico afectuoso, como abrazos, caricias o miradas prolongadas. En los humanos, está estrechamente relacionada con la empatía, la confianza y el apego emocional. Aunque este fenómeno se ha estudiado ampliamente en las relaciones humanas y entre humanos y perros, recientes investigaciones revelan que el vínculo con los gatos también dispara respuestas oxitocinérgicas.

Según estudios sobre vínculos humano-gato, como los analizados en el curso de TGT (Terapia Guiada con Gatos), tanto el humano como el gato poseen sistemas oxitocinérgicos variables. Es decir, dependiendo de la biología de ambos y de la interacción que establecen, el intercambio afectivo puede activar esta hormona en ambos sentidos.

Más que compañía: el gato como regulador emocional

Un estudio realizado por Nagasawa et al. (2015) descubrió que mirar a los ojos de un perro durante unos minutos aumentaba los niveles de oxitocina en ambos. Aunque los gatos suelen evitar el contacto ocular prolongado, su forma de vincularse —más sutil, pausada y respetuosa— también activa en nosotros circuitos similares de apego y bienestar.

De hecho, personas con vínculos emocionales fuertes con sus gatos —patrón emocional según los estudios— reportan mayor sensación de compañía, calma y regulación emocional. Para muchas, acariciar a su gato o escuchar su ronroneo, es una forma de meditación activa: reduce el estrés, baja la presión arterial y brinda consuelo ante la soledad o el dolor emocional.

El ronroneo en particular se ha estudiado por sus efectos calmantes en humanos. Se cree que sus vibraciones de baja frecuencia no solo son una forma de comunicación afectiva, sino que también tienen propiedades terapéuticas que ayudan a regular nuestro estado emocional.

El abrazo felino: más allá del contacto físico

Aunque no todos los gatos toleran abrazos en el sentido literal, el simple acto de compartir espacio con ellos genera un tipo de cercanía que alimenta nuestro sistema emocional. Dormir juntos, que se suban a las piernas, que nos sigan por la casa, son formas de contacto que pueden estimular la liberación de oxitocina y reforzar el vínculo.

Y sí: incluso los gatos que parecen “indiferentes” establecen relaciones profundas con sus humanos. La diferencia está en cómo expresan el afecto —más sutil, más pausado, pero igual de poderoso.

¿Entonces, por qué abrazar (o simplemente estar cerca de) tu gato te hace tan bien?

Porque ese vínculo que construyen día a día, basado en respeto, presencia y rutina compartida, activa tu química del bienestar. Y no solo te hace bien a vos: también les hace bien a ellos. El intercambio emocional que tenemos con nuestros gatos es bidireccional. Estudios muestran que incluso los gatos más tímidos pueden desarrollar respuestas positivas al contacto y la convivencia afectiva.

Conclusión: amor, ciencia y bigotes

Abrazar a tu gato —o simplemente dejar que te abrace a su manera— es un acto de conexión emocional y neuroquímica. Es salud. Es vínculo. Es una danza silenciosa entre especies que, sin palabras, se eligen mutuamente todos los días.

La próxima vez que tu gato se acerque, tómate un momento. Sentilo, agradecelo. Quizás no puedas verlo, pero en ese instante, hay oxitocina fluyendo entre los dos.


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Autora: Virginia Vallejo

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